Ellos

Salí a trabajar como de costumbre. El profesor estaba en el paradero como todos los días a eso de las 11 de la mañana. A veces, cuando salía a esa hora, lo veía ahí, como si esperara un recorrido en especial. A veces lo saludaba y otras simplemente pasaba pues lo veía concentrado en su espera. Pero ese día lo saludé y me quedé parada cerca de él. Luego de varios minutos en silencio, abrí la boca para hacer una pregunta pero no alcancé a decir nada porque vi una micro que se acercaba. Esta micro se veía distinta a las demás, era como antigua, de esas verdes que habían antes; llevaba años sin ver una de ésas. Una vez en el paradero, de ella se bajaron una mujer y una niña de unos 10 años. El profesor se acercó a hablarles pero ellas no le hicieron caso y pasaron por su lado caminando con paso rápido hasta perderse dando la vuelta a la esquina. El profesor las miró hasta que desaparecieron y luego atravesó la calle. Yo me quedé en el paradero pensando en lo extraña y a la vez cotidiana que era la escena, pues circulan muchas micros por ahí de las cuales baja mucha gente y suben otros, pero esa micro… Y la reacción del profesor, como queriendo ir a saludar a un conocido pero ser invisible a él… Raro.

El día transcurrió con normalidad y dejé de pensar en la micro. A la mañana siguiente volví al paradero a eso de las 11 y vi al profesor, como de costumbre, lejano, pensando quién sabe en qué. Y volvió a aparecer la extraña micro del día anterior, y nuevamente se bajaron la mujer y la niña de 10 años, tal como el día anterior, aunque esta vez hubo algo distinto: la niña me miró por un par de segundos antes de seguir el camino con su mamá y perderse al doblar la esquina, sin haber siquiera reparado en la existencia del profesor. ¿La conocía de alguna parte? No recordé en ese entonces. Me volví hacia la micro pero ésta ya se había ido. Decidí no darle importancia y seguí con mi rutina hasta la noche.

Esa noche tuve que trabajar hasta tarde, pasadas las 12 de la noche. Aún no hacía tanto frío pero ya estaba empezando a cambiar el clima. Las calles a medio iluminar me hicieron apurar el paso para llegar al paradero. Solo había una señora muy vieja y débil sentada esperando la micro. Tenía un brazo vendado y en la mano libre llevaba una bolsa como de feria. La miré y le sonreí por cortesía pero ella solo me miró. Sentí una sensación de ahogo muy grande que se alivió un poco al escuchar los motores de una micro. Con sorpresa vi que era la micro que había parado los dos últimos días en el paradero cercano a mi casa. Sentí un escalofrío, pero ya era tarde y de verdad quería volver a casa así que la tomé. Primero subió la anciana que estaba en el paradero y luego yo. No tenía monedas y le pregunté al chofer cuánto costaba el pasaje, pero hizo un gesto con el brazo y sin mirarme me indicó que pasara. Le hice caso y avancé por el pasillo. Había pocos pasajeros, todos callados y mirando por las ventanas. Me senté al final, pero no pude dejar de sentirme incómoda. Miré mi reloj pero me acordé de que se le había agotado la pila y se había parado después de las 10. De pronto se subieron a la micro la mujer y la niña que había visto ya dos veces. No me miraron pero supe que la niña me había visto. Volví a sentirme ahogada y empecé a transpirar frío. Sentí que la micro aumentaba su velocidad y pasaba por calles que yo no conocía pero estaba demasiado mareada para pararme y bajarme.

Debo haberme desmayado y haber dormido una cuantas horas. Desperté en mi cama, con la misma ropa que llevaba el día anterior y con el reloj parado después de las 10. Vi que había amanecido y traté de recordar lo que había pasado. ¿Quién me había traído a casa? ¿Cómo había logrado entrar? Me empecé a asustar y me levanté a ver quién había estado en mi casa. No había señales de nada, solo de mi llegada y la puerta estaba con llave; mis llaves estaban colgando del gancho donde siempre estaban. ¿Qué había pasado? Miré la hora en mi celular y me di cuenta de que estaba atrasada. Tenía que volar a la oficina. Salí corriendo mientras me comía una fruta. Doblé la esquina rápidamente y me encontré de frente con la niña de la extraña micro. “Hoy tampoco” me dijo y pasó con su mamá. Me quedé helada. Me di vuelta y vi como entraban al edificio donde yo vivía. ¿Eran mis vecinas? Jamás las había visto. ¿Y qué clase de mensaje era el que me había dado la niña?

Estuve todo el día en la oficina pensando en todo lo sucedido. Sin duda era todo muy extraño como para que tuviera algún tipo de sentido, y a la vez sentía que lo que fuera me daría miedo. ¿Qué hacer? Una vez terminado mi día, me devolví a mi casa en mi ruta habitual y llegué a acostarme temprano. Me costó dormir y soñe con las cosas que había vivido. Me desperté como de una pesadilla y sentí 3 golpes en mi puerta. Eran cerca de las 6 am y jamás me había sucedido algo así. Pensé que podía ser que un vecino o vecina necesitara algo, así que me levanté y fui a abrir la puerta. No había nadie afuera y hacía mucho frío. Me devolví a mi cama rápidamente, tiritando de frío y miedo. Algo muy extraño estaba pasando y el no tener las respuestas me hacía temerle. Me quedé en cama hasta que amaneció y tuve que salir a trabajar.

Al salir del edificio, me encontré con el profesor. Esta vez me saludó y me preguntó dónde iba. Conversamos hasta llegar al paradero y me preguntó si ya había leído el libro que me había prestado. Yo sabía que lo tenía en mi morral, así que lo empecé a buscar y cuando lo encontré le hablé para pasárselo pero él estaba cruzando la calle. Al voltearse se detuvo y no se dio cuenta de que una micro venía muy rápido avanzando por la calle. Todo pasó en cosa de segundos y fue ante mis ojos. Quise gritar y me quedé helada. El profesor había quedado tendido en la calle, con el cuerpo desmembrado y un gran charco de sangre alrededor de él. Mis ojos no podían dejar de mirarlo y no atinaba a hacer nada. El chofer de la micro estaba gritando junto con los pocos pasajeros que venían en ella y llamaban como locos a los servicios de emergencia. Mientras tanto, la extraña micro de los días anteriores se había detenido en el paradero y de ella se bajaron la mujer y la niña. Esta vez caminaron hacia mí y la niña miró el cadáver del profesor y luego a mí. “Ya está” me dijo y dio media vuelta. Comenzó a alejarse en la misma dirección de siempre y vi como se juntaba con la mujer con la que siempre viajaba y con un hombre de mediana edad. De pronto entendí lo que sucedía pero sentí que mi cuerpo se entumecía.

Cuando desperté estaba en mi pieza de nuevo. Había amanecido hacía poco y todo se veía normal en mi pieza. Me dolía la cabeza pero tuve que levantarme igual. Intenté encontrar una explicación a lo que parecía un mal sueño, ya que era un día cualquiera, como si nada hubiese pasado. Salí atrabajar como de costumbre. El profesor estaba en el paradero como todos los días a eso de las 11 de la mañana. A veces, cuando salía a esa hora, lo veía ahí, como si esperara un recorrido en especial. A veces lo saludaba y otras simplemente pasaba pues lo veía concentrado en su espera…